Calle Sto. Tomé y plaza del Salvador

Pero dejemos ya este paraje, tomemos la estrecha calle de Hospedería de San Bernardo desembocando por la misma a la de Sto. Tomé, ahora la arteria más internacional de Toledo.

Desde ella se llega a la iglesia de dicha advocación, de tiempos de Alfonso VI, construida seguramente sobre una mezquita o sinagoga, por el capitel califal aparecido en ella con su bella y esbelta torre mudéjar, con cerámica vidriada y vestigios visigodos.

Su famoso órgano, la virgen de “Monte Sión”, otra negra de estilo gótico, obras de Tristán o de Alonso Cano y su sobre su ábside un inigualable cuadro del pintor Vicente López del siglo XIX, en cuya escena se representa la aparición de Cristo a Sto. Tomás,  una joya de la que nadie se da cuenta ni ve, difuminadas estas gracias a la fama del Greco.

Pues esta iglesia es la contenedora de la obra más universal del pintor Doménico Theotocópulis “el Greco”, nada menos que el “Entierro del Señor de Orgaz”, todo un disfrute para los sentidos, donde se observan  las diferencias entre la tierra y el cielo, el paso de Eros a Tánatos y desde aquí al más allá, acompañada el alma de sus creencias en vida, siendo así desde la prehistoria con sus dólmenes, pasando por las pirámides de Egipto, hasta nuestro tiempo.

A la mitad de esta calle, hay una pequeña plaza  donde se hallaba  lo que fue uno de los colegios universitarios de Toledo, en este caso el de San Bernardino, al que observamos en estatua sobre un pedestal dentro del patio y al que también inmortalizó el Greco con hábito franciscano y las tres tiaras de los arzobispados donde ejerció como tal, cuya obra la podemos ver en el museo del mismo, muy cerca de aquí.

Sobre la pared de este edificio, hay una placa dedicada al doctor Marañón, como hijo adoptivo de la ciudad, por amar tanto a Toledo, divulgando y enseñando  esta ciudad sobre la mitad del siglo pasado, a gran cantidad de gentes, como intelectuales, políticos y científicos de todo el mundo, desde su Cigarral de Menores.

Ahora su busto se encuentra entre esta calle y su plaza, rodeado siempre de gentes de todas partes del mundo, tanto andando por esta calle como sentada en la  terraza adyacente, como a él mismo le gustaba rodearse en vida.

Si nos dejamos caer hacia la judería grande, desde aquí podremos acercarnos a lugares inigualables, como el Museo del Greco, Sinagoga del Tránsito, Sinagoga de Sta. Mª La Blanca, Museo de Victorio Macho (con vistas espectaculares desde la Roca Tarpeya), restos de la Sinagoga del Sofer, Palacete de Linares (anticuario), Escuela de Artes y Oficios y al convento franciscano de San Juan de los Reyes.

Si tomamos dirección hacia el centro de la urbe, al principio de la calle se halla la plaza del Salvador, donde se encuentra la iglesia de la misma advocación, la cual observamos aquí por un dibujo de Ramírez de Diezma, que embellece a la carátula del libro Aguafuertes Toledanos, de Pablo Gamarra, cuyas recordadas tradiciones han servido para dar un sabor muy especial a muchos rincones de esta ciudad.

Dentro del templo, observamos con gran asombro una pilastra visigoda de primera magnitud reutilizada en  una de las mezquitas más antiguas de Toledo según la edad de su torre, pues anteriormente fue el alminar de la misma, encontrándose repleta de piedras romanas y visigodas reutilizadas.

En fin, todo un tratado de historias y vidas, que posteriormente se han convertido en leyendas, porque tantos siglos en el tiempo, ya no caben en el espacio de sus calles, ya que el legado cultural de Toledo, es de una trascendencia que solo puede hermanarse con muy pocas ciudades comparables en el mundo, encontrándose estos vestigios aún vivos.

Si alguien quiere aprovecharse de estas páginas, sabe que intelectualmente, tiene la obligación por ley,  además de moralmente, de hacer referencia tanto del autor como de su trabajo.

© Copyright A. Vega 2012.

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