Ermita de Ntra.Sra. de la Natividad en Guadamur

Más tarde no acercamos por el mismo camino hasta el pueblo de Guadamur, para seguir recorriendo sus monumentos. Aproximándonos a él, veíamos allá en lontananza la silueta de su famoso e histórico castillo,  cada vez más bello según nos íbamos acerando al mismo, del cual no haré ninguna referencia, pues aún no está abierto al público.

Fuimos a parar a la zona más alta del lugar, donde se halla su ermita más famosa dedicada a Ntra. Sra. de la Natividad, pues nuestro amigo Jesús había quedado con el guía e historiador Pedro Antonio Alonso, que enseña la historia y los lugares más emblemáticos del lugar. El mismo nos estaba esperando a la puerta de dicho monumento. Este se sitúa en lo más alto de una colina, hacia el Este, muy cerca del castillo. Pese a estar muy restaurada la ermita, sus trazas son de estilo mudéjar, sobre todo su cabecera.

Nada más presentarnos y sin ningún preámbulo, allí mismo mi compañero Santiago y el grupo de amigos, le hicimos la entrega del trozo de pila visigótica que nos habíamos encontrado en Guarrazar, para que este la colocase en el museo que hay al efecto. A Pedro le dio mucha alegría el hallazgo, contándonos que otras personas hacen la misma acción, cuando se encuentran algún vestigio en aquella zona.

Después entramos ya en la ermita, para recibir la explicación sobre ella y sobre las historia de las coronas. Al interior, aunque bastante rehecha, se observan las huellas de cierto mudejarismo, que dicen ser de entre los siglos XIII-XIV, por sus ventanas dobles y por los arcos entrelazados a sus pies. El arco que enlaza con el ábside es de tipo visigótico, cuyos capiteles son piedras talladas de aquella época y el ábside en sí que es lo que queda de original, siendo semicircular de manpostería, con cúpula de ladrillo. La última  reconstrucción de la ermita se llevó a cabo en 1976.

El trasaltar se conforma con una basa en ladrillo, en la se asienta el cuadro con el icono de  Sta. Ana con la Virgen, contiendo embutidas varias piedras visigodas talladas, pertenecientes a Guarrazar, así como una sencilla hornacina a uno de sus lados para la candela de luz.

Del techo de su ábside, cuelgan las copias de las diez coronas aparecidas en Guarrazar, así como una gran cruz del mismo estilo que baja desde su centro. Se comenzó su reproducción el año 1985 para tal fin,  por medio del asesoramiento del orfebre de Sto. Domingo de Silos, el padre Remigio y luego por el vecino de Guadamur Manuel García «Canito», que las llevó a cabo y cuya fotografía hemos conseguido tras ojear una revista de aquel tiempo, editada en el pueblo de Guadamur.

Sobre dichas joyas, nuestro instructor Pedro nos estuvo explicando la aparición de las mismas  y  como volvieron a desaparecer. Fueron dos vecinos del pueblo de Guadamur, María Pérez y Francisco Morales los que descubrieron este tesoro ancestral tan descomunal, dentro de una tumba. Y claro, la avaricia se cebó con ellos, pues volvieron al anochecer para recoger todo lo que pudieran. Después volvieron varias veces, fue entonces cuando fueron observados por Domingo de la Cruz alias “Macario”, pues al ver el manejo que se traían entre manos, este segundo personaje descubrió otra tumba contigua, hallando en ella más tesoros.

Todos por su cuenta fueron deshaciendo las coronas y  fueron vendiendo varias  de sus letras a algunos joyeros toledanos, llegándose a fundir alguna de ellas al ser de oro y alguna pieza más. Lógicamente aquellos bellos círculos engastados con perlas y otras piedras al estilo latino-bizantino según Amador de los Ríos  y siguiendo la hechura de los primeros reyes visigodos, llamaron mucho la atención y el rumor del hallazgo de dichas piezas comenzó a correr entre avispados buitres carroñeros.

Enseguida un francés llamado Adolfo Herouart, que daba clases de su idioma en el Colegio de Infantería de Toledo, se puso al habla con “Macario” para investigar y comprar dicho tesoro. También se puso el galo en contacto con Marcos Hernández el propietario de la finca donde se encontraron las coronas, el cual  no sabía lo que pasaba, y el francés le compró dicha propiedad  para ver si podían aparecer más joyas, sin decírselo al mismo y no declararlo ni a la autoridad, ni al gobierno.

Para llevar a cabo su plan y hacerse con todas ellas, contactó con José Navarro, joyero que hizo la corona de la reina Isabel  II, que tuvo su  residencia toledana en la famosa “Casa del Diamantista” junto al río Tajo, convenciéndole para que le ayudase a  recuperar y restaurar unas joyas tan importantes. Pero cuando el francés consiguió su propósito, le traicionó y se llevó las coronas a Francia, vendiéndolas al gobierno de Napoleón III.

Cuando se publica esta traicionera historia en la prensa francesa, el gobierno de Isabel II manda escritos al gobierno francés para su devolución y estos hicieron oídos sordos. Como casi siempre los mandatarios españoles sin enterarse, y eso que dicen que tenemos una eficiente policía secreta, pongo como ejemplo flagrante el sangriento atentado del 11de Marzo de 2004, aún sabiendo la guardia civil que algo se estaba cociendo en una finca de Loeches.

Pero siempre pagan los mismos, la gente normal. Ese terrible día, los españoles comprobamos de nuevo la solidaridad del pueblo madrileño, compartida por todo el pueblo español, con las víctimas y sus familias.

Volviendo a la época de la aparición del tesoro, fue entonces cuando el gobierno español, mandó a cantidad de presos a escavar en los terrenos de la “Fuente de Guarrazar”, para ver si había más hallazgos. Para este proyecto la Real Academia de Historia nombró una comisión presidida por José Amador de los Ríos y en esta labor  se descubrió una inscripción funeraria dedicada al presbítero Crispino, con unos versos del obispo toledano San Eugenio de Toledo, como hemos visto más adelante.

Mientras tanto Domingo de la Cruz alias “Macario”, en vista de la situación y como se había quedado con parte del botín, el año 1861, tuvo la desfachatez por valentía, de pedir a Juan Figueroa, su tío  y maestro de Guadamur, que le acompañara para ver a la reina Isabel II, que se hallaba en el Palacio de Aranjuez. Esta, les recibió gracias a que  llevaban como regalo una de las coronas  y una cruz repletas de perlas y zafiros, halladas en Guarrazar.

Para más “inri”, este personaje consiguió de la reina un regalo en efectivo y una pensión vitalicia, eso sí, entregando la parte del tesoro que escondía en su casa, entre otras joyas la corona del rey visigodo Suintila que gobernó en Hispania entre los años 621 y 631 y que luchó contra Dogoberto, el cual se quería adueñar del famoso “Misorium”, correspondiendo con una copa religiosa muy famosa por sagrada.

Dicha corona que se guardaba con otras piezas en la Armería del Palacio Real de Madrid, fue robada junto a una cruz en 1921. Solo se publicó dicho robo en el diario «La Época», conteniendo unos dibujos para poder ser reconocida. Dicha pieza se fue olvidando con el tiempo, desapareciendo por completo.

Pero la sorpresa volvió en el año 2015, pues al estar haciendo las obras del Museo de las Colecciones Reales, apareció una caja  de latón, la cual se encontraba enterrada bajo los restos de la muralla islámica, muy cerca del Palacio Real. En ella apareció la verdadera  corona  del rey Suintila, con una nota del ladrón que decía: «Un alabardero me robó y aquí me escondió. Inocente, inocente”.

Si alguien quiere aprovecharse de estas páginas, sabe que intelectualmente, tiene la obligacion por ley,  además de moralmente, de hacer referencia tanto del autor como de su trabajo.

© Copyright A. Vega 2012.

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