ICONOS SAGRADOS TOLEDANOS 8.

EL TORO DE LA PUEBLA DE MONTALBÁN.

En este caso escribimos sobre la figura de un toro, que desde su  hallazgo se encuentra expuesto en  el Museo de Santa Cruz de Toledo. Según sus investigadores fue encontrado mientras se realizaban unas zanjas para una conducción de agua en el año 1975, en las inmediaciones de la gravera municipal de la Puebla de Montalbán lugar que se encuentra a 33,9 Km de Toledo.

Apareció dicho año en el paraje denominado como Vega de los Caballeros, cercano al verraco que describiremos posteriormente, junto a la margen derecha del río Tajo, hacia el Oeste de Toledo, en tierras aún de iberos carpetanos de aquel tiempo según los geógrafos griegos, dándole una antigüedad de entre los siglos III-I a.C., en la segunda Edad del Hierro.

Hay que reconocer que por allí pasaba una ruta ancestral de ganados, denominada posteriormente como Cañada Segoviana, que servía de contadero de animales al tener que cruzar el río Tajo, cuyo territorio se encontraba muy cercano a sus aguas y por ello tendría buenos pastos. Antiguo camino que enlazaba más al norte con la Senda Galiana.

Tallado en un solo bloque de granito, sus dimensiones son de 80 cm. de largo por 75 de alto. Su figura se encuentra muy erosionada por los avatares del tiempo, faltándole la cabeza y el cuello. Con largas patas sobre su propia peana y con una hendidura muy definida en el cuarto trasero izquierdo, quizás por la erosión. Contiene también algunas muescas en su peana.

 Según el investigador Cabré y el pensamiento recogido por algunos de sus compañeros arqueólogos, este tipo de toros totémicos se encontraban contiguos y muy cercanos a otros suidos y jabalíes, cuyo  hecho lo describiremos posteriormente con otros muchos ejemplares en ciertos otros lugares de nuestra tierra toledana, lo que nos hace pensar en su antigüedad y originalidad. Iconográficamente representaban símbolos dedicados a las deidades de la prosperidad, ya que servían de sustento a los humanos de los contornos donde se hallaban.

Por tal motivo se encontraban muy extendidos por estos territorios en el mundo antiguo de la meseta ibérica, como vamos observando con estos artículos. Su relación con corrales y puertas, pero sobre todo con  caminos ancestrales, determinaba su acción sagrada de protección, defendiendo no solo las cochiqueras donde se guardaba este tipo de ganado una vez domesticado, también los poblados de los habitantes que los pastoreaban.     

Dichas figuras zoomorfas fueron reutilizadas en tiempos hispano-romanos, pues se trasformaron en entidades étnicas, labrando sobre algunas de ellas inscripciones latinas para recordar a ciertos personajes de aquel tiempo, sobre las zonas funerarias de enterramientos.

Refiriéndonos a este toro, al encontrarse el mismo cedido y custodiado en un lugar tan importante culturalmente como es el claustro del Museo de Santa Cruz de Toledo, debería de estar como mínimo reconocible, pues  carece del cartel con que se le pudiera identificar, quedando en la más absoluta opacidad en uno de sus rincones. Como toledano no puedo entender dicho comportamiento.

Esto me hace de pensar que quizás este toro se encontraría mejor expuesto en su lugar de origen, en la sala de historia del Museo La Celestina de La Puebla de Montalbán, acompañando al otro suido hallado en el mismo lugar.

Recordamos desde aquí la gran cantidad de piezas guardadas o escondidas en sus almacenes de Santa Cruz, pues al  ser el museo toledano  más importante de nuestra ciudad, debían de estar expuestas estas en el mismo, entre las grandes salas que lo componen, restauradas hace unos años con nuestros impuestos.

Entre ellas se encuentran el Oratorio de Almamún o el primitivo mudéjar del ábside de Santa Fe. Recuerdo que Toledo por sus características y antigüedades, pertenece al Patrimonio de la Humanidad, por lo que se debe respetar su continente y su contenido.

Artículo publicado en la revista Cuatro Calles nº 26, en el tercer trimestre de 2023.

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