Tranco Sexto

RIO TAJO VI

Esta copla que presento aquí, tiene que ver con el antiguo problema del agua en esta ciudad, con excepción del Toletum romano, y bien pudiera haberse escrito al comienzo de la edad moderna. Dice así:

El río Tajo fecunda, las vegas de arriba abajo,

mientras la sed de Toledo, de siglos que tiene cuajo.

Ni con cántaros, ni aljibes, celebra su población,

pero si sus mandatarios, porque los de abastos son.

Pese a tener este un gran cauce, al encontrarse a los pies del monte donde se asienta la ciudad de Toledo, esta no resolvía realmente el problema de transportar el agua del mismo de manera suficiente para el abastecimiento real de la misma. Esto era remediado en parte entonces, por medio del oficio de azacán, a base de recoger en cántaros el agua del río y trasportarla en bestias y carros hasta los diferentes depósitos y aljibes de la ciudad, con las insuficiencias que esto acarreaba.

La importancia de la ciudad de Toledo entre los siglos XV y XVI, comenzaba a llegar de nuevo a su más alto grado de poder gubernativo, tras los tiempos visigodos, precisamente por la política de los Reyes Católicos. Por este motivo la estancia de estos soberanos en la ciudad, era en parte frecuente, pese a las guerras andaluzas y en especial la de Granada, siendo la sede política de todos sus reinos.

Recordemos que en el año 1480, aquí llevaron a cabo estos monarcas el Ordenamiento de las Cortes en la ciudad de Toledo, remodelándose por completo el Consejo Real, el cual era la principal institución de gobierno, dividiéndola en partes y dando preferencia a los letrados en dicho estamento, frente a la nobleza.

Para poder mantener estos reyes también su poder frente al poder religioso, tan arraigado en esta ciudad y controlarle, tomaron la idea táctica de mandar construir sobre el año 1476, lo que iba a ser su lugar de enterramiento en principio, como era el monasterio de San Juan de los Reyes, en conmemoración de la Batalla de Toro, también por el  nacimiento de su hijo Juan y por el padre de la reina, que también se llamaba Juan y así tener bajo sus leyes al cabildo catedralicio, también a todo el clero regular, que se asentaba en buena parte de esta urbe.

Además de esto, las primeras piedras de dicho edificio religioso, se colocaron sobre una de las partes más importantes de la judería, como era el barrio del Assuica o Zoco, donde se debía de encontrar una de las sinagogas más importantes de las once que tuvo el Toledoth hebreo, cambiando en él su importante impronta judía, dando al lugar un nuevo tipo de poder, tanto político como religioso.

Para atender adecuadamente estos cambios tan importantes con respecto a la ciudad de Toledo, se necesitaba el agua de forma permanente, pues teniendo esta el líquido elemento a sus pies, con sus crecidas anuales, pese al trabajo de los azacanes, la cuidad pasaba una sed acuciante en sus torridos veranos, además de tener que acarrear bastante agua hasta esta importante construcción, además en su magnífica catedral aún se estaban cerrando las bóvedas de sus pies por entonces.

Ante tanta falta de agua en la elevada ciudad de Toledo, teniendo tanta abundancia de ella en su base, los mismos Reyes Católicos al haber sentido la falta del líquido elemento en sus estancias por la ciudad, pese a la labor de los azacanes, estos decidieron escribir ya en el año 1485, desde Córdoba al corregidor de Toledo Gómez Manrique, para que se pusiera de acuerdo con el Comendador de la Orden de San, ya que este mismo se había ofrecido a subir el agua del río Tajo por medio de un artificio hasta su parte más alta (siendo la primera vez que se nombra así a un acueducto de subida para la ciudad).

En dicha carta decían al concejal, que apartase un asiento para la construcción de dicho artificio, el cual debía de subir el agua desde el rio Tajo hasta Zocodover, pues la muy noble ciudad de Toledo pasaba mucha sed, con mucha escasez para la gran  mayoría de personas, mientras unos pocos la derrochaban, sin poder satisfacer por tanto las necesidades más básicas. Pero aún con la recomendación de dicha orden  de tan poderosos reyes, todo quedó en agua de borraja, sin llegar a nada, pues el Comendador no supo resolver un problema tan acuciante del agua, habiendo sin embargo tanta.

Más tarde en el año 1526, ya en tiempos del emperador Carlos I, al llegar a ser esta urbe “La Cuidad Imperial”, comenzando a ser la sede principal de su corte, este volvió a retomar la idea del artificio, para subir el agua del río Tajo hasta el centro de la ciudad y sobre todo al Palacio Imperial que estaba construyendo sobre el antiguo alcázar.

Dicha idea se tomó entonces mucho más en serio, pues la ciudad de Toledo era entonces el  eje de un inmenso imperio, donde no se ponía el sol, por lo tanto esta debía de terminar con su sed de siglos. Se le encargó entonces dicho trabajo al marqués de Zenete, Mascio, que era camarero mayor del emperador, pues este quería hacer ascender el agua del Tajo, desde los molinos de Garci Sánchez hasta el Alcázar.

Para dicho trabajo vino desde Alemania dicho personaje acompañada de sus oficiales y estos comenzaron a ensamblar tubos desde dichos batanes, hacia la cara este del Palacio Imperial, pero estos eran tan endebles, que la presión podía con ellos, haciéndolos reventar. Otro nuevo fracaso ocurría sobre el artificio del agua, tanto de forma técnica como monetaria, pues todo lo pagado hasta entonces a estos especialistas, no sirvió para nada.

Y es que como es lógico, se creó entonces para tal fin un nuevo impuesto en la ciudad de Toledo, denominado “sisa”. Pero ante tal fracaso, la población comenzó a comentar sobre el pago de esta derrama. Siguieron a estos las protestas y los problemas de dicha obra. Y fue entonces cuando los primeros que dejaron de pagar fueron los clérigos de Toledo, pero no solo eso, sino que amenazaron al emperador Carlos I, de poner a la propia ciudad en ridículo.

Ni siquiera el monarca con sus demandas, aún pidiendo una rectificación por dicho comportamiento a la jerarquía eclesiástica, pudo parar el que la ciudad quedara en entredicho y que la tan esperada maquinaria para construir el artificio, se quedara otra vez de nuevo parada, sin dar ningún rendimiento y sin apagar la sed toledana.

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