10º. Segunda edición de mi obra «Introducción al Toledo Filosofal».

Hace ahora nada menos que 28 años que publiqué esta mi primera obra INTRODUCCIÓN AL TOLEDO FILOSOFAL, que tan gratos momentos me ha dado. Entonces y sin editor, tuve que correr con todos los gastos, cuya cuestión  no me importó para nada, pues una obra como esta, dedicada a la filosofía hermética, debe de estar por encima de las barreras mundanas.

Lo más importante es que a través de ella, he podido dejar mi pensamiento escrito de forma alquímica, sobre el primer barrio de entrada a Toledo, entrando por su cara norte, según nos le legaron nuestros ancestros de una manera sutíl. En él se descubre un mensaje, el cual se encontraba escondido en el mismo, hasta que alguien le rescatara  y le reencontrase de nuevo.

Esta obra está escrita para comprender la esencia que envolvió a esta ciudad.

Introducción al Toledo Filosofal es una obra necesaria para poder comprender una parte importante de la esencia que envolvió a esta ciudad tanto en la Edad Media, como en la Edad Moderna.

No debemos olvidar que en aquel tiempo y desde la balbuciente Europa, muchos eruditos llegaron hasta Toledo en busca de los diferentes y múltiples saberes que aquí se estudiaban y se enriquecían, a través de sus escuelas cristianas y sus artes liberales, sus madrasas coránicas y su jurisprudencia religiosa o sus academias talmúdicas con su cábala para poder descifrar el Antiguo Testamento. Tales eventos fueron los que dieron paso posteriormente a sus famosos colegios de traducción.

Esta concentración de sabiduría fue la que motivo que por rivalidad y como leyenda negra,  se tachara desde el extranjero a esta ciudad de mágica y de heterodoxa, siendo muy lógico, pues las ciencias que aquí se estudiaban no fueran comprendidas por la mayoría de la gente, ni tan siquiera por algunos eruditos.

Una de esas ciencias, la más extraña, era la alquimia. Esta se componía con una amalgama que mezclaba a la antigua química con las cuestiones sagradas más íntimas, pues su secretismo estribaba en que trasmutando el plomo vulgar, se obtenía como resultado final nada menos que el oro filosófico.

Al ser tan cerrada dicha ciencia, por el juramento hecho al propio dios por los verdaderos adeptos a ella, para que no se perdieran en el espacio y el tiempo, sus recetas, axiomas y forma de trabajarla de manera santificada, la misma se fue aferrando a los lugares sagrados que se estaban construyendo, plasmándose nada menos que en las catedrales.

A la ciencia de la alquimia no le costó trabajo adherirse al argot guardado por los constructores de templos y sus trabajos,  pues estos también hacían también el juramento de no desvelar los secretos de su oficio, de ahí el hermanamiento entre constructores y alquimistas. En ese aspecto Toledo no iba a ser menos, pues esta contiene en su catedral los caminos de dicha ciencia, como es el juego de la oca.

Pero, al ser una  ciudad tan especial por única, al irse expandiendo por medio de sus arrabales y construyendo sus nuevas murallas para contenerlos, dicha ciencia se fue ensamblando paulatinamente entre ellos, legándonos calladamente un gran tesoro filosófico en la entrada principal de la ciudad y sobre su primer barrio para poder alcanzar su segunda muralla y traspasarla de forma filosófica.

Así ahora nos encontramos las siete fuentes en su exterior, las puertas de Bisagra o Albixará, Santiago y su piscina probática, la plazuela con su columna y la ermita de la virgen de la Estrella.

Por tal motivo, los iniciados en dicha ciencia al llegar a Toledo para estudiarla, se encontraban con el paraje de “Santiago en el  Campo de la Estrella”, sintiendo entonces un gran alborozo, porque en él se desvelaba el encuentro con la “Materia Prima”.

Esta era muy buscada por los alquimistas, pues sin la misma no se podía trabajar el plomo, para con el tiempo llegar a conseguir la Piedra Filosofal. Una vez hallada la solución en este lugar, ya se podía ascender a lo alto de esta ciudad universal, por uno de sus tres caminos.

El camino cristiano se abría por la Puerta del Sol y de la Luna, pues este concentra un triángulo inscrito en un círculo, donde se encuentra representado el milagro de la casulla a San Ildefonso.

Para el camino árabe se tomaba la puerta de Valmardón o Cristo de la Luz, llegando a su milenaria mezquita, donde se concentra la mística sufí. Y el tercer camino era la Subida de la Granja, la cual conducía a la Judería Grande y su pensamiento mosaico.

Por este estudio comprendemos, que el primer barrio de Toledo contiene aún entre los topónimos de sus calles, sus edificios, sus puertas y sus murallas, un tratado filosófico por alquímico de primer orden, que aún hoy día, este abre las puertas para que esta ciudad sea fecundada de nuevo por los verdaderos sabios.

© Copyright A. Vega 2017

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OPINIONES:

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