3º. Los artificios y el éxito de tal empresa

Para hacer el “artificio” de subida de agua desde el rio Tajo hasta el Alcázar, se aprovechó la presa, el canal y los molinos denominados “del Rey”, pues estaban arrendados por este, aunque luego fueron adquiridos por el mismo. Estos se encontraban más allá del puente de Alcántara, hacia el congosto que forma el valle, siendo propicio dicho lugar por estar debajo del Palacio Imperial, pero teniendo que superar un gran obstáculo, pues el depósito o arca principal de almacenamiento, se iba a encontrar a trescientos metros de distancia, a más de noventa metros de altura, con un desnivel del 33%, toda una proeza de ingeniería y  de técnica, por su gran dificultad.

Dicen las crónicas que se usaron doscientos carros de madera y quinientos quintales de metal, tal era la importancia de este largo edificio, contenedor del famoso “artificio”. Juanelo se ocupó de las azudas, bielas, tubos, cruces, arcaduces y todos los engranajes de madera, latón o cobre, además también tuvo que  fabricar las distintas torres o edificios de recogida, cavar sus arcas, algunas de ellas en la piedra y hacer los arcos de piedra, ladrillo y madera, para que algunas calles quedasen como estaban y hubiera tránsito por ellas.

Para tal fin debió de gastar gran cantidad de materiales, tanto piedra, ladrillo, madera, latón y cobre, así como la gran cantidad de mano de obra que se necesitaba para dicha construcción. Todo ello fue pagado por Juanelo hasta donde pudo, pero dejando a débito la gran mayoría, hasta terminar la obra y entregarla, esperando ser retribuido por ello según el contrato y así poder pagar a sus acreedores.

Así lo llevó a cabo comenzando dicha obra en 1565 y terminándola a finales de 1568, con muy buen resultado pues cuando se probó, llegaban al arca principal diariamente, en la cara norte del alcázar, 1600 cántaros de 4 azumbres de agua cada uno, se refieren estos a 12.400 litros diarios, cantidad de superaba con creces lo acreditado en el contrato. Fue en febrero de 1569, cuando Juanelo entregó en perfectas condiciones y funcionando a pleno rendimiento su “artificio” a la ciudad y meses más tarde cuando se midió su caudal, se observó que este era el doble de lo proyectado y comprometido en el contrato.

Juanelo Turriano había cumplido su palabra, consiguiendo lo que parecía imposible, subir el agua del Tajo de forma mecánica, a la ciudad por primera vez en la historia de la ciudad. Había pasado un milenio para que Toledo tuviera de nuevo agua en sus calles y edificios desde tiempos hispano-romanos, gracias a la inspiración de este genio del renacimiento, que sabía mucho de mecánica y que guardaba celosamente los secretos de su técnica, legando una obra de ingeniería universal y dando una fama inusitada al imperio entero, como una “fábrica real” que era. Tanta fama tuvo en sus principios, que se determinó en hacer varios más sobre Toledo, uno en la zona de la puerta de Bisagra y otro al lado de S. Juan de los Reyes.

Hay que recordar que en los tiempos islámicos de Alándalus, se sabe que la cuidad de Tolaytola, contuvo varias grandes ruedas o azudas, que subían el agua, pero a poca altura del monte. Los azacanes debieron de seguir con dicho oficio, siendo ya entonces un gran gremio, pues sabemos que sus vasijas tenían unas medidas  y unos precios concretos.

El agua para beber entonces se guardaba en aljibes preparados con filtros de tierra, para filtrar las aguas tanto de lluvia como transportada y esto palió en parte ciertas enfermedades. Además se fabricaron entonces dos corachas defensivas, una a la entrada y otra a la salida del rio Tajo de la ciudad, por si esta era sitiada no tener problemas para el abastecimiento del mismo.

Después al inaugurarse  ya en tiempos de los Reyes Católicos la edad moderna y con sus idas y venidas a esta ciudad de Toledo, donde celebraron cortes y sirviendo de maternidad a la reina, se ve que el problema del agua debía de ser acuciante.

Sabemos que estos escribieron desde la ciudad de Córdoba, en plena campaña de guerra en Andalucía, al corregidor Gómez Manrique en abril del año 1485, para que dejase un asiento del dinero recaudado, para hacer un “artificio” que subiera el agua desde el rio Tajo a la plaza de Zocodover, dando nombre por primera vez a la máquina que vendría años más tarde tras varios fracasos.

Se intentó de nuevo la subida de la misma en el año 1553, según una cédula real firmada por el entonces príncipe Felipe, dando el permiso para usar el agua del Tajo a un tal Sebastián Navarro, pero aún no se sabe la técnica que se pretendía usar para tal empresa.

Recordemos que el “ingenio” de Turriano comenzaba en la presa de los “Molinos del Rey”,  y según cuentan las crónicas, conducía el agua por dos callejones a dos ruedas motrices. Del acueducto dicen que tenía seis estaciones intermedias entre el río y el Palacio Real. Estas eran la balsa del acueducto, puerta de la fragua, pasadizo del Carmen, llano de Santiago, corral de Pavones y por último la explanada del Alcázar donde se encontraba el depósito principal. Solo se había construido otro “artificio” anterior en el mundo conocido, el de la ciudad de Ausburgo en 1548, pero de muy reducido tamaño y sin tanta dificultad.

Refiriéndonos a una de esas estaciones, la del pasadizo del Carmen, en el año 1578 el místico por excelencia san Juan de la Cruz, que estaba preso en el propio convento del Carmen, pudo escapar por una de sus ventanas, donde aún podemos observar la placa que lo indica. Quizás lo pudo llevar a cabo, gracias al andamiaje del segundo “artificio”, el cual está descrito en otro apartado y que se encontraría en construcción, pegado a dicho convento.

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