POR TIERRAS DE LA SISLA MAYOR

Otro recorrido comenzó, también en la zona de Sonseca, llegando hasta unos pedregales donde se encuentran bastantes tumbas excavadas en la roca viva, de las que la provincia de Toledo es tan rica. Estas son denominadas como tumbas rupestres.

Por sus características pueden ser realmente de época romana, pues además se encuentran en una zona, donde existen los restos de dos grandes obras de aquella época, como son grandes presas, que daban de beber en aquel tiempo, tanto a parte de la provincia como a su capital, denominada entonces como Toletum.

En ellas se observan además del hueco para el cuerpo, la zona superior tallada para la tapa. En sus alrededores aún se encuentran trozos desperdigados de las mismas, que han sido utilizados para otros fines,  construcción de casas de labor u otros menesteres, como por ejemplo abrevaderos para el ganado.

Las hay individuales o dobles, también pequeñas, pero las que más abundan son de familias completas. Esta forma de enterramientos,  determinan un gran esfuerzo para su ejecución, pero son como un seguro de eternidad, según aquel lejano pensamiento, pues un cuerpo enterrado en la tierra, enseguida desaparecería.

Al comenzar el calor de la mañana, nos acercamos hasta la huerta del Sr. Manolo, donde aún existe una acequia o noria que extrae el agua del pozo para regar los alrededores, viendo el funcionamiento de la misma, así como el nombre de cada una de sus piezas. Allí descansamos un poco de tiempo aprovechando para tomar un bocado.

Más tarde nos encaminamos hacia un hito entre varios caminos, cerca de Mazarambroz, determinado por una virgen, cuya advocación es la del Rocío, cuestión inhabitual por estas tierras castellanas, aunque quizás sea por alguien que viva cerca de este mojón, rodeada de cuatro piedras más pequeñas.

Desde aquí, se abre el camino hacia la famosa presa romana de Alcantarilla, que pertenece a una finca particular, por donde circula el río Guajaraz y que en este caso dejamospara otro día, pues merece la pena entretenerse en ella.

Por tal motivo seguimos el camino, llegándonos hasta otra de las joyas de este pequeño recorrido, me refiero a otra presa romana de Vallehermoso, precisamente nombrada así por el arroyo del mismo nombre.

De más trescientos metros de longitud, pese haber pasado dos mil años, aún se pueden observar los grandes bloques de granito que la forman, así como los grandes contrafuertes, que se adentran en la parte receptora del agua. Al otro lado la tierra que hace de sujeción de la presa.

Desde luego da gusto ver aún un vestigio de tal trascendencia, pues aún recoge esta el agua de las avenidas que determinan las lluvias y que forman el arroyo de Vallehermoso. Por tal motivo ahora se observa la construcción de un pozo de obra, para extraer el agua con motor y conducirla hasta el lugar requerido.

Desde luego podría estar mejor cuidada y preparada para ser enseñada y poder ser disfrutada esta antiquísima presa, vestigio romano, que además sigue dando un rendimiento, por el agua que se aprovecha de ella, para poder regar campos de los alrededores. A este vestigio, se le debe hacer un buen estudio, para poder determinar el cometido de la misma.

Por los alrededores, existen piedras que tienen las huellas o endiduras para ser cortadas y más tarde trabajadas, sirviendo como canteras, pues en los alrededores hay muy buen granito o gneis gris, muy apreciado por los arquitectos y talladores de grandes monumentos, desde la más remota antigüedad.

Como buen observador, nuestro compañero Jesús, fue capaz de encontrar una de las cuñas que se debían de usar en dichos menesteres por los canteros o picapedreros de aquel tiempo, en ver de ser de madera extrañamente es de piedra, posiblemente para abrir bloques ya rajados por la propia erosión o por el tiempo.

Testigos de la gran cantidad del buen gneis o granito de estos lugares, en los alrededores observamos, lo que los historiadores o investigadores determinan como piedras caballeras, hitos en sí que guardan muchos secretos, ya que el hombre de la prehistoria o el que conociese estos cantos, les daba un argumento entre religioso y místico, pues eran los “veneratorem lápidus”  dando a las tribus un icono al sacralizarlas.

En alguna de entre ellas, encontramos en su parte superior, una especie de cazoleta bastante extraña, pero que al ser observada en conjunto y detenidamente, nos daba su posible verdadera solución, ya que desde la propia oquedad tenía una especie de canalillo que bajaba hasta la base de la propia piedra.

En ella quizás el hombre de otros tiempos derramaba en ella la sangre del animal cazado y se bañaba en ella para coger su fuerza y su espíritu.

Así es de rica históricamente, la tierra por donde ha  trascurrido este recorrido, tan cerca y  a la vez tan lejos por no saber que existía, aunque desde ahora en adelante ya están en la luz y  pueden ser disfrutada a poco que nos lo propongamos.

Solo el respeto al medio ambiente y a la naturaleza, nos harán disfrutar de monumentos y parajes como estos, nunca lo olvides querido lector.

Si alguien quiere aprovecharse de estas páginas, sabe que intelectualmente, tiene la obligacion por ley,  además de moralmente, de hacer referencia tanto del autor como de su trabajo.

Copyright  A. Vega  2008.