3ª Parte. Alcazaba o Ciudadela.

Nos adentraremos en la riquísima zona del noreste de la ciudad de Tulaytula, para analizar el conjunto de murallas con adarves defensivos y corachas, que daban paso y defendían a su alcazaba o ciudadela, donde moraban sus cadíes o gobernadores, cuyo complejo sistema de muros ha sido en parte escondido bajo los escombros o las casas al no tener utilidad por las necesidades de cada tiempo.

Los que se creen siempre más poderosos que los demás, ocupan los sitios más altos de cualquier lugar donde se asientan, como montañas, colinas o promontorios desde donde dirigir o dominar a los otros, siendo muy difícil el poder atacarlos.

Esta ciudad con tan difícil orografía, está formada por varias colinas en número de doce, unas más altas y otras más bajas, que en algunos casos parecen largas subidas disimuladas ahora por su trabado caserío.

Pero hay una que sobresale de las demás, por su magnífica altura y como es lógico, sobre ella se asienta su impresionante e inexpugnable fortaleza, denominada por su grandeza como el «Alcázar Imperial».

Tras ser tomada Toletum por los romanos en el 192 a.c. y construir un puente bajo dicha colina, además de un acueducto que conducía el agua a esta misma, componiendo algunas de las grandes obras de aquel tiempo en esta “parva urbis”, se encontraba preparado por tal motivo ese emplazamiento especialísimo, siendo políticamente práctico, pues desde esta colina del pretorio no solo se dominaba a la ciudad entera, si no a sus vegas y sus alrededores, además de dar paso desde la zona norte a la zona sur de la propia  península ibérica.

Siglos después, los visigodos aprovecharon la ubicación de la fortaleza y sus alrededores y después los árabes  a partir del año 711, fueron conformando de esta manera su alcazaba, compuesta por el alcázar y sus residencias, con un cinturón defensivo o alficén pocas veces igualado en Alándalus y muy poco reconocido.

Fueron mejorándose sus fortificaciones y enriqueciéndose sus palacios en tiempos del emirato, dominando completamente el puente de Alcántara, llave de Alándalus, para subir desde Córdoba a guerrear contra el norte y cruzar por la capital de la “marca media”, para el control del ataque de los entonces infieles cristianos. Desde esta alcazaba se dominaba también a la medina, precisamente por los muchos amotinamientos y ataques contra esta, por habitar en ella los cadíes nombrados por los emires de Cúrtuba (Córdoba), pues los tulaytulies siempre fueron rebeldes a su poder.

Según las fuentes musulmanas, la construcción del alcázar sobre los restos anteriores, era imprescindible para la guarnición militar. El primer dato nos llega por medio de diferentes autores, como son Ibn Qutiyya, Ibn Jaldún, Ibn Al-Atir, Ibn Adarí o Al-Nawayrí, que nos indican ya la fortaleza o alcázar, cuando todos ellos describen de una manera u otra la famosa “Jornada del foso”, dándonos varias fechas que oscilan entre el año 797 y 806. Historia desarrollada por el gobernador muladí Amrús, que fue cadí de Tulaytula y que dio más tarde paso a la leyenda de “La Noche toledana”.

Esto nos hace comprobar, la fama que dio este terrible evento a este lugar, pues desde entonces, fue llamado “Monte de Amrú” o Gibralamrú. Ese lugar se encontraba en la alcazaba, el cual constaba de diferentes estancias, a los cuales se tenía acceso por medio de intrincados adarves. Uno de ellos iba desde la “puerta de los Caballos” a la “puerta de Alcántara”. Pero las insurrecciones contra Córdoba, por el poder de sus emires y tras varias revueltas, consiguieron destruir el alcázar que tan malos recuerdos traía.

Según los historiadores árabes, en el año 837 la ciudad fue sitiada de nuevo por medio de Al-Walid ibn Alhakam, que era hermano del entonces emir Abderramán II “el toledano”. Cuando consiguió entrar este en Tulaytula, se dedicó a restaurar el alcázar y al mismo tiempo la puerta de los Caballos y  la del puente de Alcántara, para que así la alcazaba fuera casi inexpugnable.

Pero las revueltas siguieron en esta ciudad levantisca, ya que sus habitantes comandados por sus cabecillas mahometanos por un lado, para obtener el poder sobre el Alficén haciéndose independientes al poder cordobés y hacerla capital de sus contornos y los mozárabes por otro, como instigadores desde su posición para cambiar la religión en la ciudad, llegando en algunos casos morir como mártires, hacian bastante dificil su defensa, pues casi siempre se encontraba atacada.

Las noticias posteriores más relevantes sobre este alcázar, se tienen tras un largo periodo de cien años. Como es lógico la ciudad seguía con su rebeldía frente al poder de Córdoba. Los destinos de Alándalus en el siglo X, se fundamentaban en un nuevo califato andalusí frente al califato abasí, con el gran Abderramán III, ostentando en su persona tanto el poder temporal como el espiritual, sin vuelta de hoja, como si este viniese a él, desde el profeta Mahoma.

Por ello y sin querer ser avasallado por nadie, el propio califa subió con su ejército hasta la inconformista ciudad de Tulaytula, pues esta con sus incomparables murallas plantaba cara a cualquiera que se atreviera a desafiarla. Este la sitió en el año 930, único método posible para que la misma sucumbiera. Construyo frente a ella y hacia el norte la “Ciudad de la Paz”, donde aposentarse él mismo y sus hombres. Resistieron los tulaytulies nada menos que dos años, teniendo que sucumbir por la presión a que eran sometidos, sobre todo por el hambre, rindiéndose la ciudad al califa en el año 932.

Fue entonces cuando el propio califa Abderramán III, al entrar en la alcazaba y observarla concienzudamente, decidió tirar en ella lo que había de innecesario y construir de forma estratégica las edificaciones pertinentes. Dio  entonces una gran solidez al palacio o alcázar y a su gran ceñidor, cinturón o alficén, para volver a dar en ellos vivienda a los cadíes o gobernadores y a sus tropas.

Mandó hacer una calle que fuera desde la puerta de la ciudad al alcázar y bajase hasta el puente de Alcántara, con varios postigos estratégicos, como por ejemplo el de Azinach o “Doce Cantos”, que aún existe hoy día.

Con tales obras los futuros cadíes, controlarían mejor dicha zona y al mismo tiempo el importante puente de Alcántara y a la rebelde ciudad de Tulaytula. De esta compleja construcción se encargó el  caíd Durrí ben Abderramán, ante los ojos del propio califa, que se quedó ocho días aquí hasta ver levantados los cimientos. Así iba a quedar de guarnecido el alcázar, asegurando la vida de sus alcaides y moradores, pues las posibilidades de ser tomado por los rebeldes de Tulaytula, serían desde entonces prácticamente nulas.

Así nos lo cuenta Ibn Hayyán e Ibn Adarí, diciéndonos en sus escritos, que fue fabricado el alcázar con gran solidez, pues era destinado a los cadíes y a la guardia de los mismos, con sus oficiales. Estos últimos tenían como misión exclusiva, el defender la alcazaba entera, así como su alcázar y la entrada de la ciudad por el adarve que llegaba hasta el puente de Alcántara. Es en su parte sur donde se halla un arco de sillería, que según los expertos, se data en el primer tercio del siglo X. Por la misma se debía dar paso a una de las corachas que le defendían y que bajaban hasta la puerta de Alfada o de la cárcel (zona de san Miguel), siguiendo  en su bajada hasta la puerta Azinach o postigo de Docecantos en la muralla del alficén o cinturón, para salir al muro sobre el río Tajo.

Desde el Paseo del Miradero hacia la Puerta de Alcántara, podemos observar aún parte de un lienzo de murallas romanas y árabes que acogieron los Palacios de Galiana “de arriba”, así como el famoso alcázar Almucarrán que mandara fabricar el rey musulmán Almamún. Fortísimo muro de grandes bloques pétreos sobre una orografía terrible, que desde la zona más alta del ahora Miradero, baja hacia la parte donde se encuentra uno de los pasos más antiguos y auténticos que dividían en lo antiguo el centro de la península ibérica por medio del río Tajo, me refiero al puente de Alcántara (el puente).

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