5º. Segundo artificio y tribulación del genio

Después de haber conseguido lo imposible, comenzaba para Juanelo un largo calvario, ya que el agua que llegaba hasta los pies del propio Alcázar, allí se quedaba para su servicio, tanto para la obra del edificio, como para sus gentes y militares y al no ser repartido el líquido elemento con la ciudad, según el trato, esta y su Ayuntamiento se negaron a pagar los ocho mil ducados de oro y tampoco los mil novecientos para mantenimiento de tan grandiosa máquina.

Comenzó entonces un largo pleito que duró seis años, mermando la voluntad y la paciencia del artífice pero no su conducta, pues pese a tener el problema de no poder pagar a sus acreedores, siguió manteniendo su “artificio” con ayuda de su propia familia, pues toda ella con él mismo, vivían en una casa al lado de dicha máquina, muy cercana al rio.  Se pudo mantener Juanelo gracias a los préstamos que Felipe II le iba haciendo, por los escritos que este le mandaba en demanda de justicia, pues el agua pertenecía al rey.

Por fin en marzo del año 1575, firmó la ciudad de Toledo con su Ayuntamiento, un nuevo contrato con Juanelo Turriano, en el que este se volvía a comprometer de nuevo a fabricar un nuevo “artificio” paralelo al primero en cinco años, para subir el doble de agua del rio a la cima más alta y poder disfrutarlo con sus ciudadanos. Aunque según un documento de ese mismo año, el genio reclamaba mil novecientos ducados por el primer “artificio” por la subida de agua desde 1569, que no le satisfacían ni el consistorio, ni el rey.

No obstante el pobre Juanelo se puso manos a la obra, construyendo el segundo conducto, pese a los problemas que monetariamente le estaba dando su genial obra,  la más técnica del renacimiento y la más grandiosa de todos los tiempos por su dificultad.

Y fue en el año 1581, cuando comenzó a funcionar el segundo “artificio”, paralelo al primero, construido por Juanelo Turriano para la ciudad de Toledo, aunque la ciudad siguió sin pagar al famoso “matemático mayor” del rey Felipe II, lo que le debía por los dos ingenios del agua, siendo al final el propio rey el que siguió costeando parte de la obra.

Sin embargo Juanelo y su familia siguieron encargándose del mantenimiento de los dos artificios. Sabemos esto porque escribía al rey expresándole el cambio y la reparación de algunas de las piezas que componían los artificios, pese a las grandes deudas que el genio contrajo para la fabricación de los mismos en materiales y en mano de obra y sin percibir lo estipulado, pese haber desarrollado una obra de tal envergadura. Esto le hizo sumergirse en una gran tristeza, que  le acompañaría hasta su muerte, pues iba de desengaño en desengaño.

Mientras, estos grandiosos artificios dieron por entonces fama universal a Toledo y a su inventor, por estar catalogados como una de las “Maravillas del Mundo” conocido, sus habitantes al no satisfacer sus honorarios para pagar sus deudas, hicieron sufrir al genio de forma lamentable. Aparte de esto, algunos personajes quisieron cambiar su obra de autoría, llamándosela suya (aunque eso no nos debe de extrañar, pues esto sigue ocurriendo en esta ciudad ahora en nuestro tiempo, por personas sin escrúpulos).

Las deudas, tanto monetarias como morales, le condujeron hasta la indigencia más absoluta, arrastrando con ello a su familia. Y es que las diferentes generaciones que han formado y formarán a este monte, suelen pagar de esta manera a alguno de sus hijos o habitantes más ilustres, quizás sea por la envidia que generan o por ser una ciudad tantas veces amurallada y por ello tan cerrada como esta, haciendo imposible su apertura.

No contentos con esto, se llevó a cabo una inspección al segundo artificio por los delegados del rey y de Juanelo, pues decían que por él llegaba poca agua y que sabía a metal, probándose la del caño y la del aljibe principal. No sabemos si los azacanes serían enemigos suyos, pues el agua de los artificios no fue suficiente para los ciudadanos y mucha para las obras del alcázar, aunque solo llegaba a sus pies, teniéndola que acarrear hasta sus altos pisos, quedando esta grande obra en “agua de borraja”, pareciendo algo increíble, pero siendo muy cierto.

En sus cartas suplicatorias al rey Felipe II, Turriano le daba las gracias, por su préstamo de cincuenta y cinco millones de maravedíes, a cuenta de tan grandiosos gastos, pero se quejaba que después de tantos años sirviendo a su padre y a él, estuviese en la más absoluta pobreza dejándole apesadumbrado. Esto ya nos lo dice Cervantes al comienzo de una de sus obras “Toledo, peñascosa, pesadumbre……”.

Con su esposa Antonia Sechela y su familia, el genio pasaba por momentos muy duros en su vejez, pues al no haber cobrado el primero de los artificios, ni tampoco parte del segundo, se encontraba totalmente arruinado, viviendo en una casa cerca del rio al lado de sus artificios, los cuales le recordaban que su gran obra era su propia ruina.

Después de haber hecho un gran favor a la ciudad, esta no le dio el respeto que se merecía. Por tal motivo en abril de 1585, decidió abandonar Toledo, queriendo marchar a Madrid junto a la corte de Felipe II, a su casa en la parroquia de S. Justo que tenía alquilada a un arcediano. Pero fue enfermando de desidia y de pena y ese mismo año el 11 de Junio, por medio del escribano Juan Sánchez otorgó testamento.

En él se titula “criado del rey” y sin rencor dice ser vecino de la muy noble ciudad de Toledo, encomendando su alma a Dios y queriendo ser enterrado en el Convento del Carmen “calzado” junto a sus artificios, con el hábito de la Virgen y en el lugar que su hija Bárbula Medea prefiriese, para que su alma descansara en paz por mediación de Jesucristo.

Deja pobres a sus nietos y a sus nietas que estaban huérfanas y al arbitrio de su majestad, los relojes y los artificios. Muere dos días después, el 13 de Junio de 1585, siendo enterrado bajo el coro junto a la Virgen del “Soterraneo”, como presagio de que su obra seria soterrada en el espacio-tiempo.

Antes de morir deja una carta póstuma, escrita para su majestad el rey. En ella dice entre otras cosas, que deja a sus descendientes, su hija y cuatro nietos, sin el sustento necesario. Esta le llegará a Felipe II casi un año después de la muerte de Juanelo en 1586, pues su hija Bárbula Medea no tenía dinero para mandársela, disculpándose de no cansar a su majestad.

También dice en ella, que después de cuarenta años de servicios al emperador Carlos I y al rey Felipe II, se encuentra lleno de deudas y siendo un extranjero en esta ciudad, llegando su casa y su familia a tal necesidad que para enterrarle tendrán que pedir limosna.

Si alguien quiere aprovecharse de estas páginas, sabe que intelectualmente, tiene la obligacion por ley,  además de moralmente, de hacer referencia tanto del autor como de su trabajo.

Copyright  A. Vega. 2011.

Una respuesta to “5º. Segundo artificio y tribulación del genio”

  1. Benito Says:

    Buen dibujo del Artificio.

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