Tranco Undécimo

RÍO TAJO XI

Otra de las poesías del Siglo de Oro, escrita por un enamorado de Toledo, como era el clérigo y poeta cordobés Luis de Góngora y Argote, nos deja reflejado en uno de  sus versos lo que este erudito personaje pensaba, junto a otros muchos, sobre nuestro padre el río Tajo, pues dice en él:

“…famoso entre los poetas….

….y de todos celebrado…

….por las musas pregonado….

….por río de arenas de oro,

sin habérnoslas cernido,

llamado sois con razón,

de todos, sagrado río.”

Como ya vimos en capítulos anteriores, también observamos con respecto al río Tajo y por medio de Luis Hurtado de Toledo, en su Memorial de algunas cosas notables que tiene la Imperial Ciudad de Toledo,  dirigido a su majestad el rey Felipe II, según las diligencias que el mismo mandó hacer en 1576, nos cuenta que el Tajo en su tiempo tenía ocho norias muy caudalosas, las cuales vertían las aguas sustraídas al rio tanto de día como de noche, sobre los canales fabricados al efecto y así regar las fértiles vegas de sus costados, río arriba y río abajo, divididas estas en frondosas huertas.

Posiblemente una de sus plantíos más famosos, era la Huerta del Rey, que aparte de su noria, tenía cercana la azuda y finca de Alaytique, abasteciéndose esta de las aguas del río y de la cual escribieron escritores como  Sebastián de Covarrubias y Francisco de Pisa. El primero de ellos señalaba en su Tesoro de la Lengua Castellana, que dicho nombre de noria era el empleado para describir «una rueda por extremo grande con que se saca el agua de los ríos caudalosos para regar las huertas. De estas máquinas hay muchas en la ribera del Tajo, cerca de Toledo».

Según estos, rodeando a la ciudad imperial había nueve presas o azudas de piedra, las cuales conducían la fuerza hidráulica del río hacia los molinos, moviendo piedras de metro y medio de diámetro, moliendo todo el trigo llegado hasta ellos, convirtiéndole en harina, siendo estos muy famosos en los contornos. Como por ejemplo los de Pero Pérez, pintados por el propio Greco en 1597, en una de sus famosas obras “Toledo y la tormenta”, antes de la entrada del Tajo por el abrupto congosto que conforma el monte donde se asienta la ciudad.

Pero no solo atiende el escritor Hurtado dichas construcciones con sus máquinas al describirlos, sino que este nos vuelve a informar y recordar en dicho capítulo veinte, el más prominente y famoso de entre ellos, pues nos cuenta que desde el batán que se halla en la parte más difícil: “ el agua de los puentes más angosta y profunda de este río al mediodía, debajo del fortísimo Alcázar, sube un milagroso y estupendo edificio, del sutilísimo Juanelo Turriano de Cremona príncipe de la arquitectura, que ha formado a instancia y servicio de su majestad……..y cuyos cazos arrojan dentro del palacio mucha agua, pues estos trabajan de día y de noche, porque su movedor es el propio río Tajo”.

Sobre aquellos años el rey Felipe II, hizo un placentero viaje desde Aranjuez a Toledo, navegando en barco por el río Tajo, precisamente para evitarse los baches del carruaje y el polvo del camino, pareciéndole muy agradable dicho viaje y haciéndole pensar en el proyecto de su navegabilidad.

Para darnos una idea de aquel evento, dejamos aquí una de las vistas dibujadas por Fernando Brambilla en el siglo XIX, ejemplo que dio paso al actual museo de falúas que se encuentra en el Palacio Real de Aranjuez.

Los desencuentros entre España y Portugal por problemas hereditarios, llegaron en esa época a tomar gran relevancia, por lo que en 1580 se originó entre los dos países la batalla de Alcántara, cerca de Lisboa. En ella fue vencido por el duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, el prior de Crato, Antonio, siendo entonces reconocido Felipe II, como rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Era entonces el “Non Plus Ultra” o “No más allá”, el emblema de los Austrias y su inmenso imperio.

Entonces, al estar unida políticamente la península ibérica, con los países de España y Portugal, en mala hora separados posteriormente, fue cuando al año siguiente y pretendiendo satisfacer el rey Felipe una de sus más ambiciosas obsesiones, como era hacer realidad la navegación estratégica por el río Tajo, con salida hacia el Atlántico, desde Alcántara en Cáceres hasta Lisboa, este mismo ya había ordenado que se realizasen estudios y proyectos sobre este importante tema.

Aprovechando el rey su viaje a Abrantes para ser coronado como rey portugués, se cercioró directamente de dicho tema, por medio de su aparejador toledano Andrés García y de su ingeniero Juan Bautista Antonelli, a los que le había encargado dicho trabajo, estudiando directamente “in situ” todo lo relativo al río Tajo, desde Abrantes en Portugal, hasta Alcántara en España, cuyo trabajo fue entregado a su majestad en 1581 titulado «Relación verdadera de la navegación de los ríos de España”, con las conclusiones y problemas que se habían encontrado en dicha parte del cauce.

Atendiendo entonces dicho tema, tanto por los consejeros militares como políticos, aconsejaron al rey Felipe II, que dicha navegación llegase aguas arriba hasta Toledo, el centro más importante de la península, al tener esta ciudad al río Tajo a los pies de la misma, que hasta entonces había sido capital del reino.

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