6º – Izado de la Campana a la torre

Para poder introducir la campana en la torre, se tuvo que desmontar el muro sur del campanario, este separa su dos ventanales laterales con sus rejas y después colocar un buen soporte para recibirla y deslizarla, para posteriormente colocarla en su lugar a la altura pertinente y quedar suspendida bajo su yunta o melena, en el centro de la última  bóveda del primer cuerpo de la torre.

Para poder elevar la campana hasta su lugar, se habían colocado dos excepcionales vigas de madera sobre la terraza del  primer cuerpo de la torre a 50 metros de altura aproximadamente, donde comienza el segundo cuerpo octogonal.

Estas aguantaban una cabria  formada por dichas vigas, asentadas sobre la plataforma en el suelo de dicha base, muy bien combinadas y bien sujetas con clavos y con cuerdas, que convergían y se unían en lo alto, de donde colgaban el cabrestante y las poleas (aparejo y grúa) para el alzado. Por dichas poleas pasaban las cuerdas o cabos en la parte alta, enrollándose sobre un gran torno que se encontraba abajo, montado en la base de la lonja de los pórticos occidentales (Palmas, Perdón y del Infierno) bajo la torre, por medio del cual y dándole vueltas, las cuerdas se enrollaban en él, mientras la campana se elevaba.

Para solventar con éxito este extraordinario trabajo, la obra y fábrica de la catedral contrató como  ayuda a canteros y carpinteros para desmontar el muro, labrar y colocar las vigas y además ochenta peones para trasladar la campana y los materiales necesarios de un lado a otro.

Y estando al pie de la torre, el día 30 de Septiembre de 1755, comenzó a elevarse la campana a las seis y media de la madrugada, entrando por el muro a las diez y media de la mañana, tardando cuatro horas en izarla  e introducirla gracias al esfuerzo de los marinos y sus ayudantes.

Por la natural expectación y como había tantas personas curiosas congregadas, tanto de Toledo, de sus alrededores y de otros puntos, para poder ser espectadores de un evento tan importante en el espacio-tiempo, se tuvo que pregonar a tanta gente reunida y por medio de un verdugo para que el pregón fuera respetado, en el cual se decía que las gentes se mantuvieran en silencio y lejos de la plaza del Ayuntamiento, para que las operaciones no se vieran enturbiadas y fueran bien dirigidas, para entendimiento de los más de doscientos hombres que iban a contribuir en subir la campana de San Eugenio a su sitio. Mientras tanto había rezos, una misa y un Te-Deum en la Catedral. Después del éxito del  trabajo, marinos y obreros fueron regalados con  refrescos y presentes.

Según la leyenda de la voz popular, para subirla se construyó una rampa y sobre ella una vía con dos carriles, sobre la que se deslizaba una plataforma sobre la que iba la “Campana  Gorda”. Arriba había una garrucha o polipasto, que por medio de la fuerza de tiro que hacían varias parejas de bueyes, subía lentamente hasta su sitio. Aunque la solución real es la acabamos de comentar.

Posteriormente se la estuvo colocando en el centro de la estancia y alzándola hasta sujetarla en su yunta o melena en  el campanario bajo, encontrándose suspendida en el centro de la última bóveda del primer cuerpo cuadrangular de la torre, cerrándose después el muro de este lado del campanario.

Según dicen las crónicas fue bendecida por el obispo auxiliar Andrés Núñez, que renunció  a cobrar el estipendio que corresponde a dicha ceremonia, obsequiándole el cabildo con varios regalos. Se oyó el grave sonido  de esta campana por primera vez el 8 de diciembre de ese mismo año de 1755, a los maitines de la fiesta de la Inmaculada Concepción y al día siguiente en la fiesta de Santa Leocadia, que es cuando dicen que se quebró.

Si alguien quiere aprovecharse de estas páginas, sabe que intelectualmente, tiene la obligacion por ley,  además de moralmente, de hacer referencia tanto del autor como de su trabajo.

© Copyright A. Vega 2012.

Deja un comentario